Los velos eran la ilusión que producía esta mujer.
Suponían tantas cosas de su vida, los demás.
Que se permitía explicar confusiones ajenas que desconocía qué había en ella que los demás se imaginaban.
Poco a poco. Paso a paso. Como la vida. Iba reconociendo que no era un solo aspecto de su vida.
Lo que encandilaba la película de otros.
Sino que todo el conjunto imaginable.
Estimulaba el guión inacabable.
Encontró la fórmula para divertirse.
No eran sus velos sino el de otros.
Que no dejaba Ver la propia imaginación.
Que depositaban en forma interminable.
Ríe. Inventa. Alimenta los capítulos venideros de la novela con lo que les dice.
No explica más porque ocupa su tiempo en otras actividades placenteras.
Y hasta se divierte ella misma con los capítulos que los demás escriben.
Musa inspiradora de historias colectivas.
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Los códigos ya están descifrados
En la expresión del relato
Si alguien siente en su piel afinidad con lo escrito.
Allí están las claves para divertirse
Con lo que produce
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Analía del Valle Jalil